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-LO COTIDIANO-

Hace ya varios meses que dejé de despertarme arropado por las caricias del sol penetrando por entre las rendijas que dejan las persianas, plácidamente, como el que despierta sin sobresaltos de un letargo imperturbable, oliendo a perfume de sábanas limpias.

La introspectiva visión armonizada por las reencontradas drogas que marchitan la razón y estimulan los instintos han vuelto a corromper mi espíritu. De nuevo los días se arrastran como antaño, rozando la banalidad, haciéndolo todo cotidiano, transformando la estupidez en cinismo precipitado. El olvido no deja nada aparte, suele transformarse en gotitas de rencor que va acumulando en el hígado hasta que éste revienta, harto de las sombras que ve pasar por su lado, vacilantes, prestando atención al estado cirrótico en que se encuentra.

La felicidad es un estado etéreo, siempre efímero, se encuentra por casualidad, se pierde, se vuelve a reencontrar, y nunca se puede comprar, como cualquier estado de ánimo, ... a veces pasa por delante de ti como el mensajero de tristes noticias, echándote el aliento, ... pero desaparece. Y es entonces cuando uno busca la esperanza artificialmente, envolviéndose de sexo barato, aprovechándose de las situaciones y ocasiones que las drogas y el alcohol brinda a los que se reúnen entorno a una mesa para fumar caballo, esnifar cuatro líneas o meterse un ácido de doble gota.

Odio los sobresaltos que me despiertan de madrugada, las arcadas que me produce el perfume de una mujer desconocida con sabor a chino de coca, la sensación de que uno anda perdiendo el tiempo, desgastando su vida sin provecho con almas perdidas, depresivas, adictas al sexo y a la marihuana, ennegrecidas por Dios y el entorno, okupas de medio pelo que brindan por el próximo desalojo, por el amor libre y por la legalización de las drogas duras: las que manchan la razón.

La tristeza con que me miran las paredes cada mañana perturban mi estado de ánimo, corrompiéndolo, pudriendo cada emoción, cada lágrima de inutilidad, ... de odio, de rencor... embargándome en un viaje de reflexiones artificiales, junto a otras almas perdidas, corruptas, ... pero cuando estas primeras reflexiones que desaparecieron horas atrás vuelven a florecer, alguien acerca su mano y te ofrece algo para disimular la incomprensión.

Por la mañana un beso frío de despedida me hiela el alma. Allá va otra alma perdida, a por todas y a por ninguna, con indiferencia... quizás un día compartiremos otra noche más, un vaso, unas líneas, un beso y una despedida.


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